La Bruja Sabia y el Rey Arturo





“Se presento ante el esposo, no como la horrible bruja, sino como una hermosa joven, y le dijo que por haber sido gentil con ella, le mostraría su aspecto repugnante la mitad del tiempo…..”.


En una de las muchas leyendas relacionadas con el Rey Arturo, hay un episodio en el que se narra cómo, de joven, fue sorprendido cazando en los bosques de un rey cercano. Se le pudo condenar a la horca, pero se le ofreció lo libertad a condición de que en un año hallara la respuesta a una “difícil” pregunta: “¿Qué desean, realmente, las mujeres?”. Según Robert A. Jonson, de quien tomo la historia, se trataba de algo que “parecía imposible de resolver” y “hubiera dejado perplejo al mas sabio de los hombres”. Arturo, sin desanimarse, empezó a consultar a toda persona con quien se encontraba, sin obtener respuesta convincente.
Casi al final del plazo, le aconsejaron, como último recurso, visitar a una bruja muy sabia, muy vieja, muy repulsiva y muy fea. Como el tiempo apremiaba, aceptó el consejo. No mas verla quedó horrorizado de su aspecto, pero venciendo la repugnancia que le producía, se atrevió a hacerle la pregunta. A ella, desde luego, no le pareció ni siquiera difícil de contestar, pero como conocer es poder, exigió a cambio un buen precio: casarse con Gawain, el mejor amigo de Arturo y uno de los más nobles caballeros de la corte. Eso parecía excesivo para la magnitud del sacrificio, pero el elegido estuvo de acuerdo en aceptar, en bien de la amistad y de la Tabla Redonda. Con esa condición, la anciana ofreció su respuesta: “Lo que quieren las mujeres es el dominio de su propia vida”.
En la noche de bodas se presentó, no como la horrible bruja, sino como una hermosa joven, y le dijo que por haber sido gentil con ella, le mostraría su aspecto repugnante la mitad del tiempo y el afable y bello la otra mitad. Le preguntó cuál deseaba para el dia y cuál para la noche. Gawain dejó que decidiera por sí misma. Entonces ella le dijo que sería fina y hermosa a todas horas, puesto que le había respetado “el dominio sobre su propia vida”.
Las historias sobre el rey Arturo fueron escritas durante el siglo XII, pero sus versiones orales se remontan mucho más atrás. Cabe suponer, por lo tanto, que lo planteado en este relato sea por lo menos tan antiguo como la subordinación de las mujeres; y también cabe suponer que no se necesita ser ni tan vieja ni tan sabia ni tan repulsiva ni tan fea para saber que, “realmente”, quiere cualquier grupo oprimido. Basta con pertenecer a él.
Durante el siglo XVII, algunas mujeres empezaron a reclamar el cultivo de su inteligencia; a finales del XVIII, otras se unieron a los ideales de igualdad y libertad; en el XIX, unas cuantas iniciaron sus batallas por el ejercito de profesionales; muchas en el XX, exigieron ser ciudadanas plenas; hoy son multitud las que reclaman mayor autonomía, menos violencia, más respeto, mejor salario, ninguna discriminación. En todos los casos, solo han estado proponiendo lo que sabía la anciana de esta historia: el dominio de sus propias vidas. Claro que muchos hombres esto los deja tan perplejos como a los sabios de la época del rey Arturo, y, aunque parezca increíble, a algunas mujeres también.

Yadira Calvo

Áncora, La nación, 29 de enero, 2006.

viernes, agosto 25, 2006

1 Comment:

Jaz said...

Es una de mis historias favoritas

 
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